ANDREAS HUYSSEN: 'MODERNISMO DESPUÉS DE LA POSMODERNIDAD'
Ya estamos de vuelta. Comienza un nuevo año cargado de interrogantes y no deja de ser un reto teorizar sobre la situación que nos ocupa globalmente. Una de las teorías que comienzan a tener cierto espacio en el mundillo intelectual es la de Andreas Huyssen. A su juicio se está desarrollando una vuelta a la Modernidad, el Posmodernismo se habría superado para volver a un 'status' modernista novedoso.
La propuesta es cuanto menos interesante, quiero comenzar el año sugiriendo ésta lectura y recogiendo una entrevista que realizaron a su autor en letra urbana.
Andreas Huyssen nació en Alemania en 1942. Estudió filología, literatura, filosofía e historia del arte en universidades de Alemania, Francia, España y Suiza, terminando su doctorado en Zúrich. Ha sido docente, investigador y catedrático en varias universidades norteamericanas. Actualmente es profesor de literaturas comparadas y literatura alemana en la Universidad de Columbia (Nueva York). Cofundador de la New German Critique, Huyssen es uno de los más destacados críticos actuales de la cultura. Su obra reflexiona sobre el arte, la literatura, el rol de los intelectuales, los conceptos de nacionalismo, la memoria y la temporalidad en las sociedades posmodernas. Ha publicado una gran cantidad de artículos, ensayos y libros, entre ellos Después de la gran división y En busca del futuro perdido.
-El discurso actual entre los intelectuales marca un rumbo para el siglo XXI que parece dejar atrás las ideas del posmodernismo. ¿Retorna el debate sobre el modernismo?
No estoy seguro si se trata de dejar atrás las ideas del postmodernismo. El pensamiento posmoderno ha sido productivo de muchas maneras y forma parte de nuestra cultura de auto-conocimiento en áreas como la cultura clásica y la cultura popular, la comprensión de la narrativa histórica, el género y la sexualidad, la raza y las teorías del otro. El problema con el posmodernismo parece estar en otra parte. En el debate posmoderno de los años ´80s en los Estados Unidos, el modernismo fue relegado al basurero de la historia. Igual sucedió con la modernidad ilustrada, que fue interpretada por el post-estructuralismo como el terreno del
genocidio, las dictaduras y, usando una palabra clave de la época, el falocentrismo. Ambas críticas se excedieron. Sin embargo, a partir de los noventa, ha habido un notable resurgimiento del interés por los aspectos del modernismo/modernidad que habían sido sumergidos en codificaciones de la Guerra Fría y que ahora pueden ser leídos con la ayuda de nuevos modelos teóricos, incluyendo variantes del mismo posestructuralismo. En los años ochenta yo sostenía (y todavía lo hago) que más que ser un punto de partida del posmodernismo, el posestructuralismo ofreció una genealogía del modernismo estético. En todo caso, hoy tenemos un debate sobre modernidades alternativas, la modernidad global y el reconocimiento de que gran parte de la producción artística más interesante de hoy, surge de las ruinas del modernismo y del avant-gardism de tiempos pasados. El posmodernismo nunca dejó atrás las ideas modernistas sino que las transformó críticamente. Es probable que lo mismo esté sucediendo con aquello que consideramos como típicamente posmoderno en los años ochenta y noventa.
-La globalización es un momento histórico que no está incluido dentro de lo que conocemos como la era moderna. ¿En qué sentido este concepto de modernismo nos ayuda a entender el discurso de la globalización?
Para mí, la globalización es precisamente un aspecto de lo que Appadurai ha llamado la modernidad en general, y no debería ser considerada como algo radicalmente nuevo. Lo que hoy en día llamamos “globalización” no es más que otra etapa en el largo trayecto de la modernidad. La semántica es nueva, la realidad no tanto. Hay historiadores económicos que señalan el hecho de que ya el final del Siglo XIX era económicamente tan global como nuestro propio tiempo, aunque, posteriormente, la globalización tomó diferentes formas financieras, políticas y culturales. Basta pensar en los grandes acontecimientos culturales de la segunda mitad del siglo XIX, como las famosas Ferias Mundiales, para darnos cuenta que lo que hoy llamamos globalización avanzaba a buen ritmo ya desde esa época, solo que fue entorpecido por dos guerras mundiales y la posterior Guerra Fría, que dividió al mundo en bloques. Al reflexionar sobre la historia de la modernidad, con sus proezas coloniales, evoluciones desiguales y asimetrías de poder, el fenómeno de la globalización se puede ubicar en un contexto mucho más amplio y más profundo del que la memoria a corto plazo de nuestro tiempo nos permite. En la era de los nacionalismos feroces de los regímenes totalitarios hostiles, fue el internacionalismo vibrante de las artes, que conocemos como modernismo, el que proporcionó un necesario contrapeso. El hecho de que también eran modernistas radicales de derecha (Céline, Jünger, Pound) se suma al resurgente interés actual en esa fase histórica. Examinar el modernismo puede ayudarnos a entender la genealogía del presente global. Y sigue siendo fundamental para entender el arte contemporáneo y el mundo mediático.
-En su nuevo libro, que por el momento sólo existe en español, usted declara que el modernismo después del posmodernismo abre un nuevo campo geográfico totalmente nuevo……
Efectivamente. A lo largo de las décadas posmodernas, el debate sobre el modernismo siempre estuvo limitado, geográficamente, a la región Transatlántica del Norte, eventualmente con algunas ramificaciones en América Latina. Se limitó siempre a los países "occidentales". Incluso el debate de la posmodernidad, a pesar de su crítica a la Ilustración y el eurocentrismo, siempre fue, en sí mismo, muy euro céntrico. La cuestión de cómo las regiones no occidentales del mundo negociaron el colonialismo, la ilustración, la modernidad, nunca fue parte de la discusión. Lo fue sólo con el aumento de los estudios postcoloniales que, siendo también 'post', compartieron en un principio con el posmodernismo el desdén, o al menos la falta de interés, por el modernismo. El modernismo era considerado blanco, masculino, autoritario, y euro céntrico. Esto ha cambiado: ahora tenemos un creciente interés en ésas otras geografías del modernismo – modernismo en la India, en Shanghái, en Japón, en África e incluso en los países europeos "periféricos" - todos los cuales fueron tocados y transformado por un capitalismo siempre en expansión, por el colonialismo, y por la modernidad occidental metropolitana. Después de todo, no hay metrópoli sin colonias, no hay colonia sin metrópoli.
- Vivimos actualmente en un mundo en el que los conceptos tradicionales de tiempo y espacio se han alterado. Como consecuencia, no es del todo claro lo qué es local o nacional, ya que siempre está afectado por lo global. ¿Cómo entendemos hoy en día categorías como el tiempo y el espacio?
Es difícil decir algo significativo en el marco de una entrevista acerca del cambio en los conceptos y percepciones del tiempo y el espacio. Por supuesto, se ha hablado mucho acerca de cómo el "giro espacial" está relacionado con la posmodernidad. Pienso que las percepciones del tiempo y del espacio están experimentando una trasformación que es aún difícil de definir por los medios de comunicación contemporáneos y las sociedades de consumo. Un fenómeno evidente es que la idea de los futuros utópicos, tan en boga en la modernidad del Siglo XIX y principios del XX, está pasando por tiempos difíciles. En lugar de ocuparse de proyectar hacia el futuro, nuestra cultura está obsesionada con la memoria y la conmemoración de todo tipo de pasados, a veces
justificadamente, a veces a modo de explicación. El espacio, a su vez, dejó de ser principalmente un espacio nacional con fronteras seguras e identidades culturales homogéneas. Esto no quiere decir, para nada, que el espacio real se haya transformado en espacio virtual, como predijeron algunos entusiastas en la década de los ´90s. Hay espacios muy reales de nuevas diásporas y migraciones que desafían las fronteras e identidades existentes. El espacio real se transforma cada vez más en espacio urbano y ex-urbano - por ejemplo, el desarrollo urbano en el Pearl River Delta en China- y coexiste con el espacio virtual de los nuevos medios. A diferencia de las generaciones anteriores, vivimos simultáneamente dentro registros espaciales y temporales diferentes. Los medios de comunicación juegan, en efecto, un papel crucial en esta transformación. Lo que David Harvey describió como la compresión moderna de tiempo y espacio desde el siglo XIX se ha convertido en una combinación de la compresión y expansión del tiempo y el espacio. La accesibilidad instantánea a otros tiempos y a otros espacios a través del Internet, i-tunes, y la cultura cinematográfica de DVD, han suavizado las fronteras del tiempo y el espacio, antes tan estables. Los escenarios visionarios y apocalípticos que acompañan a estas transformaciones requieren de una investigación mucho más específica antes de que alguien pueda determinar con seguridad su verdadero alcance. Este tipo de investigación deberá combinar las ciencias sociales empíricas y las herramientas interpretativas de las humanidades, para construir un modelo que nos permita leer el espacio temporalmente y comprender las dimensiones espaciales del tiempo.
En este nuevo enfoque para abordar lo que es multidimensional y diverso en el proceso de pensamiento humano, ¿qué queda del observador teórico y desapasionado que aprehende el conocimiento?
Por supuesto que la noción del observador distante y desapasionado ha sido cuestionada, con mucha razón, principalmente en las ciencias sociales y las humanidades. El observador imparcial es un mito cultural que sirvió de fundamento a los reclamos de objetividad de las ciencias sociales y humanas. Pero incluso si aceptamos que el conocimiento se construye social e históricamente, es necesario reconocer que el acercamiento a la verdad debe ser la meta del conocimiento. Por lo tanto, yo no diría que reconocer la posición y el interés por el conocimiento de cualquier observador excluye la observación desapasionada de forma binaria, de tal manera que uno parezca objetivo mientras que al otro es tildado de subjetivo y supeditado a lo temporal. Algunos de los mejores observadores desapasionados fueron guiados por pasiones, incluso por obsesiones, que hicieron posible el nuevo conocimiento.
-Al investigar sobre los modernismos comparativos en el escenario de la globalización, ¿a qué nuevos problemas nos expone?
No creo que todos los problemas sean novedosos, pero el nuevo marco de referencia, mucho más amplio, ofrece múltiples constelaciones en las que los debates de (in) traducibilidad, apropiación vs apropiación inversa, alto vs bajo, tradición vs modernidad, medios de comunicación híbridos vs pureza mediática, pueden generar modelos para considerar, no para definir, lo que podría significar hablar de un modernismo mundial en las artes o en la literatura.
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Sigue aquí.
La propuesta es cuanto menos interesante, quiero comenzar el año sugiriendo ésta lectura y recogiendo una entrevista que realizaron a su autor en letra urbana.
Andreas Huyssen nació en Alemania en 1942. Estudió filología, literatura, filosofía e historia del arte en universidades de Alemania, Francia, España y Suiza, terminando su doctorado en Zúrich. Ha sido docente, investigador y catedrático en varias universidades norteamericanas. Actualmente es profesor de literaturas comparadas y literatura alemana en la Universidad de Columbia (Nueva York). Cofundador de la New German Critique, Huyssen es uno de los más destacados críticos actuales de la cultura. Su obra reflexiona sobre el arte, la literatura, el rol de los intelectuales, los conceptos de nacionalismo, la memoria y la temporalidad en las sociedades posmodernas. Ha publicado una gran cantidad de artículos, ensayos y libros, entre ellos Después de la gran división y En busca del futuro perdido.
-El discurso actual entre los intelectuales marca un rumbo para el siglo XXI que parece dejar atrás las ideas del posmodernismo. ¿Retorna el debate sobre el modernismo?
No estoy seguro si se trata de dejar atrás las ideas del postmodernismo. El pensamiento posmoderno ha sido productivo de muchas maneras y forma parte de nuestra cultura de auto-conocimiento en áreas como la cultura clásica y la cultura popular, la comprensión de la narrativa histórica, el género y la sexualidad, la raza y las teorías del otro. El problema con el posmodernismo parece estar en otra parte. En el debate posmoderno de los años ´80s en los Estados Unidos, el modernismo fue relegado al basurero de la historia. Igual sucedió con la modernidad ilustrada, que fue interpretada por el post-estructuralismo como el terreno del
genocidio, las dictaduras y, usando una palabra clave de la época, el falocentrismo. Ambas críticas se excedieron. Sin embargo, a partir de los noventa, ha habido un notable resurgimiento del interés por los aspectos del modernismo/modernidad que habían sido sumergidos en codificaciones de la Guerra Fría y que ahora pueden ser leídos con la ayuda de nuevos modelos teóricos, incluyendo variantes del mismo posestructuralismo. En los años ochenta yo sostenía (y todavía lo hago) que más que ser un punto de partida del posmodernismo, el posestructuralismo ofreció una genealogía del modernismo estético. En todo caso, hoy tenemos un debate sobre modernidades alternativas, la modernidad global y el reconocimiento de que gran parte de la producción artística más interesante de hoy, surge de las ruinas del modernismo y del avant-gardism de tiempos pasados. El posmodernismo nunca dejó atrás las ideas modernistas sino que las transformó críticamente. Es probable que lo mismo esté sucediendo con aquello que consideramos como típicamente posmoderno en los años ochenta y noventa.
-La globalización es un momento histórico que no está incluido dentro de lo que conocemos como la era moderna. ¿En qué sentido este concepto de modernismo nos ayuda a entender el discurso de la globalización?
Para mí, la globalización es precisamente un aspecto de lo que Appadurai ha llamado la modernidad en general, y no debería ser considerada como algo radicalmente nuevo. Lo que hoy en día llamamos “globalización” no es más que otra etapa en el largo trayecto de la modernidad. La semántica es nueva, la realidad no tanto. Hay historiadores económicos que señalan el hecho de que ya el final del Siglo XIX era económicamente tan global como nuestro propio tiempo, aunque, posteriormente, la globalización tomó diferentes formas financieras, políticas y culturales. Basta pensar en los grandes acontecimientos culturales de la segunda mitad del siglo XIX, como las famosas Ferias Mundiales, para darnos cuenta que lo que hoy llamamos globalización avanzaba a buen ritmo ya desde esa época, solo que fue entorpecido por dos guerras mundiales y la posterior Guerra Fría, que dividió al mundo en bloques. Al reflexionar sobre la historia de la modernidad, con sus proezas coloniales, evoluciones desiguales y asimetrías de poder, el fenómeno de la globalización se puede ubicar en un contexto mucho más amplio y más profundo del que la memoria a corto plazo de nuestro tiempo nos permite. En la era de los nacionalismos feroces de los regímenes totalitarios hostiles, fue el internacionalismo vibrante de las artes, que conocemos como modernismo, el que proporcionó un necesario contrapeso. El hecho de que también eran modernistas radicales de derecha (Céline, Jünger, Pound) se suma al resurgente interés actual en esa fase histórica. Examinar el modernismo puede ayudarnos a entender la genealogía del presente global. Y sigue siendo fundamental para entender el arte contemporáneo y el mundo mediático.
-En su nuevo libro, que por el momento sólo existe en español, usted declara que el modernismo después del posmodernismo abre un nuevo campo geográfico totalmente nuevo……
Efectivamente. A lo largo de las décadas posmodernas, el debate sobre el modernismo siempre estuvo limitado, geográficamente, a la región Transatlántica del Norte, eventualmente con algunas ramificaciones en América Latina. Se limitó siempre a los países "occidentales". Incluso el debate de la posmodernidad, a pesar de su crítica a la Ilustración y el eurocentrismo, siempre fue, en sí mismo, muy euro céntrico. La cuestión de cómo las regiones no occidentales del mundo negociaron el colonialismo, la ilustración, la modernidad, nunca fue parte de la discusión. Lo fue sólo con el aumento de los estudios postcoloniales que, siendo también 'post', compartieron en un principio con el posmodernismo el desdén, o al menos la falta de interés, por el modernismo. El modernismo era considerado blanco, masculino, autoritario, y euro céntrico. Esto ha cambiado: ahora tenemos un creciente interés en ésas otras geografías del modernismo – modernismo en la India, en Shanghái, en Japón, en África e incluso en los países europeos "periféricos" - todos los cuales fueron tocados y transformado por un capitalismo siempre en expansión, por el colonialismo, y por la modernidad occidental metropolitana. Después de todo, no hay metrópoli sin colonias, no hay colonia sin metrópoli.
- Vivimos actualmente en un mundo en el que los conceptos tradicionales de tiempo y espacio se han alterado. Como consecuencia, no es del todo claro lo qué es local o nacional, ya que siempre está afectado por lo global. ¿Cómo entendemos hoy en día categorías como el tiempo y el espacio?
Es difícil decir algo significativo en el marco de una entrevista acerca del cambio en los conceptos y percepciones del tiempo y el espacio. Por supuesto, se ha hablado mucho acerca de cómo el "giro espacial" está relacionado con la posmodernidad. Pienso que las percepciones del tiempo y del espacio están experimentando una trasformación que es aún difícil de definir por los medios de comunicación contemporáneos y las sociedades de consumo. Un fenómeno evidente es que la idea de los futuros utópicos, tan en boga en la modernidad del Siglo XIX y principios del XX, está pasando por tiempos difíciles. En lugar de ocuparse de proyectar hacia el futuro, nuestra cultura está obsesionada con la memoria y la conmemoración de todo tipo de pasados, a veces
justificadamente, a veces a modo de explicación. El espacio, a su vez, dejó de ser principalmente un espacio nacional con fronteras seguras e identidades culturales homogéneas. Esto no quiere decir, para nada, que el espacio real se haya transformado en espacio virtual, como predijeron algunos entusiastas en la década de los ´90s. Hay espacios muy reales de nuevas diásporas y migraciones que desafían las fronteras e identidades existentes. El espacio real se transforma cada vez más en espacio urbano y ex-urbano - por ejemplo, el desarrollo urbano en el Pearl River Delta en China- y coexiste con el espacio virtual de los nuevos medios. A diferencia de las generaciones anteriores, vivimos simultáneamente dentro registros espaciales y temporales diferentes. Los medios de comunicación juegan, en efecto, un papel crucial en esta transformación. Lo que David Harvey describió como la compresión moderna de tiempo y espacio desde el siglo XIX se ha convertido en una combinación de la compresión y expansión del tiempo y el espacio. La accesibilidad instantánea a otros tiempos y a otros espacios a través del Internet, i-tunes, y la cultura cinematográfica de DVD, han suavizado las fronteras del tiempo y el espacio, antes tan estables. Los escenarios visionarios y apocalípticos que acompañan a estas transformaciones requieren de una investigación mucho más específica antes de que alguien pueda determinar con seguridad su verdadero alcance. Este tipo de investigación deberá combinar las ciencias sociales empíricas y las herramientas interpretativas de las humanidades, para construir un modelo que nos permita leer el espacio temporalmente y comprender las dimensiones espaciales del tiempo.
En este nuevo enfoque para abordar lo que es multidimensional y diverso en el proceso de pensamiento humano, ¿qué queda del observador teórico y desapasionado que aprehende el conocimiento?
Por supuesto que la noción del observador distante y desapasionado ha sido cuestionada, con mucha razón, principalmente en las ciencias sociales y las humanidades. El observador imparcial es un mito cultural que sirvió de fundamento a los reclamos de objetividad de las ciencias sociales y humanas. Pero incluso si aceptamos que el conocimiento se construye social e históricamente, es necesario reconocer que el acercamiento a la verdad debe ser la meta del conocimiento. Por lo tanto, yo no diría que reconocer la posición y el interés por el conocimiento de cualquier observador excluye la observación desapasionada de forma binaria, de tal manera que uno parezca objetivo mientras que al otro es tildado de subjetivo y supeditado a lo temporal. Algunos de los mejores observadores desapasionados fueron guiados por pasiones, incluso por obsesiones, que hicieron posible el nuevo conocimiento.
-Al investigar sobre los modernismos comparativos en el escenario de la globalización, ¿a qué nuevos problemas nos expone?
No creo que todos los problemas sean novedosos, pero el nuevo marco de referencia, mucho más amplio, ofrece múltiples constelaciones en las que los debates de (in) traducibilidad, apropiación vs apropiación inversa, alto vs bajo, tradición vs modernidad, medios de comunicación híbridos vs pureza mediática, pueden generar modelos para considerar, no para definir, lo que podría significar hablar de un modernismo mundial en las artes o en la literatura.
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